Proyecto de Dios para la familia,
INTRODUCCIÓN
Veremos a lo largo de este tema…
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El plan de Dios sobre la familia.
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La importancia de la familia.
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La relación entre padres e hijos.
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estudiarás los derechos y deberes de los padres, pero también los de los hijos.
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Comprobaremos que es posible vivir en familia y veremos la realidad de nuestra familia, cómo está conformada y su inmenso valor en nuestra vida.
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Estudiaremos además el valor social de la familia, así como los deberes de las instituciones a la hora de salvaguardar esta célula básica de la vida social.
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También se analizarán los deberes que todo ciudadano tiene respecto a las autoridades civiles, en la medida en que Dios es el fundamento de toda autoridad.
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El plan de Dios sobre la Familia
El cristiano conoce por la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia cuál es el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia. En efecto, en la primera página de la Biblia leemos que Dios crea el mundo y al hombre por un acto de amor gratuito. Mientras la mujer no existía, el hombre se sentía solo. Y dijo Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Haré pues, un ser semejante a él para que lo ayude” (Gn. 2,18) y con el ser humano aparece en matrimonio. Adán y Eva son creados por Dios “el uno para el otro”: Los bendijo Dios diciéndoles: “crezcan y multiplíquense; llenen la Tierra” (Gn 1, 28).
Hay dos narraciones de la creación del hombre. En una nos habla en general del ser humano y en la otra nos narra por separado la creación del hombre y luego de la mujer. Leamos:
Génesis 1,27-28 “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó: Hombre y mujer los creó. Los bendijo Dios diciéndoles: crezcan y multiplíquense; llenen la Tierra”
Génesis 2,18 -24
18 Luego, Dios el Señor dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él.» 19-20 Y Dios el Señor formó de la tierra todos los animales y todas las aves, y se los llevó al hombre para que les pusiera nombre. El hombre les puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves y a todos los animales salvajes, y ese nombre se les quedó. Sin embargo, ninguno de ellos resultó ser la ayuda adecuada para él. 21 Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y, mientras dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra vez la carne. 22 De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al hombre, 23 el cual, al verla, dijo: «¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del hombre.» 24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona. 25 Tanto el hombre como su mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza de estar así.
Podemos sacar varias enseñanzas de estos textos:
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El hombre fue directamente creado por Dios tomando polvo de la tierra y soplando sobre él el aliento de vida. Una materia que ya existía, fue tomada y moldeada directamente por Dios; y luego sopló el “aliento de vida” (alma). El alma es directamente creada por Dios; nunca es evolución de la materia. Dios intervino también en la formación del cuerpo del hombre, tomando materia que ya existía y modelándola “con sus manos”.
2. El hombre y la mujer son creados a imagen y semejanza de Dios. No somos dioses, pero llevamos dentro su huella. Tenemos la capacidad para amar, igual que Él, y según nuestra medida. Podemos pensar y podemos decidir. Básicamente estas tres cosas (pensar, amar y decidir) son las que nos asemejan a Dios, pero también Dios nos ha creado capaces de transmitir la vida, sentir compasión, crear belleza, ser solidarios, expresar ternura como Jesús. Es el hombre entero (cuerpo y alma) quien está hecho a imagen y semejanza de Dios. Se puede decir que esta expresión del hombre como imagen de Dios manifiesta tres características de la condición humana: su dignidad (pues refleja la gloria de Dios), su fecundidad (bendecida por Dios) y su dominio sobre la tierra y sus criaturas; aunque propiamente hablando se ha de decir que es “administrador” de esos bienes, por los que ha de cuidarlos tal como Dios desea.
3. Los creó hombre y mujer: Los seres humanos somos seres sexuados: hombre y mujer. Y esta diferencia de sexo es determinada por Dios. Una diferencia que no hace a uno superior al otro, sino que nos muestra que nos complementamos. Somos dos maneras esenciales de ser humanos. Con un mismo origen, con las mismas responsabilidades y derechos, reflejando ambos la misma dignidad de Dios. Ninguno es superior al otro. Los cristianos antiguos comentaban que la verdadera huella de Dios se muestra en la creación de una pareja, no de un hombre solo y una mujer sola. Si Dios es amor, en el amor de un hombre y una mujer está su imagen. El hombre está solo sin la mujer. Por eso se alegra tanto cuando Dios la ofrece como su compañera y dice: Ahora sí. Ahora ya puede alcanzar la felicidad. Por esta razón, deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos se hacen uno solo. Con estas palabras, la Biblia nos recuerda algo muy básico de la existencia humana: dejamos nuestro hogar, la casa de nuestros padres, cuando ya estamos listos para afrontar nuestra propia vida. Es entonces cuando nos unimos a nuestra pareja para ser una sola cosa. Y de esta realidad surge LA FAMILIA pues la pareja está abierta a la vida. Es importante que reconozcamos la riqueza de la sexualidad y la necesidad de respetar nuestro cuerpo y el de los demás.
4. Recibieron el mandato de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Recordemos que los relatos de la Biblia son para entenderlos según su intención al escribirlos y no literalmente. Repasemos lo que nos dicen los textos: Dios colocó al hombre en el jardín del Edén. El jardín del Edén es símbolo de la plenitud en la que el hombre, creado por Dios, vive. Es el jardín de la amistad con Dios y de la armonía consigo mismo y con toda la creación. Es el jardín de la santidad y de la justicia original, en la que el hombre participaba de la vida de Dios. En este jardín había dos árboles especiales: “el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal”. El hombre podía comer de todos los árboles del jardín, “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas; porque el día en que comas de él, tendrás que morir”. ¿Cuál es el secreto de estos árboles? ¿Por qué uno de ellos, el árbol del conocimiento, resulta prohibido? El árbol de la vida es el árbol de la verdad, del amor, del misterio de Dios. La sobreabundancia de la vida divina está simbolizada en ese árbol, situado en la mitad del jardín. Dios es la vida del hombre. Donde Dios es reconocido y adorado surgen el amor y la vida; es decir, con Dios el mundo se convierte en jardín, en paraíso. El hombre tenía acceso a ese “árbol de la vida”, podía comer de su fruto, podía alimentarse de la gracia que brota de la intimidad de Dios. Pero otro árbol estaba plantado en el jardín: el árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyo fruto el hombre no podía comer sin morir. Hay una relación interna entre los dos árboles: para que el hombre pueda comer el fruto del árbol de la vida, no debe tocar el fruto del árbol de la ciencia. La realidad del hombre se despliega entre estos dos árboles; en la tensión entre comer el fruto de la plenitud y de la vida o probar el fruto que lleva a la muerte.
5. Les bendijo y les dio la orden y el poder para multiplicarse: llenar la tierra y someterla. Un poder que incluye no sólo multiplicarse, llenar y someter la tierra, sino también respetarla. Todo lo relativo a la vida es santo, proviene de Dios y es una bendición. La fecundidad es un don de Dios y fruto de su bendición. El hombre reconoce a la mujer con la misma dignidad que él; y a ella se unirá de por vida formando una sola carne. El hombre y la mujer tienen la misma dignidad, aunque las funciones que han de realizar en esta vida no son las mismas, sino complementarias. Para ello, cada género ha recibido de Dios facultades diferentes para poder cumplir mejor esta misión. Aquí también está incluido el matrimonio como institución natural. Matrimonio formado por “un hombre” y “una mujer”. Dios estableció esa diferencia de género para que, siguiendo el mismo orden que aparece en la creación, fueran capaces de procrear. Y para que esa unión fuera estable y así pudieran amar, respetar y educar a la prole, estableció que esa unión fuese indisoluble. Ya desde el origen queda claro el sentido de la unión entre los esposos y, por tanto, de la sexualidad:
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La comunión de amor entre el hombre y la mujer: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne.
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La expresión de ese amor en la fecundidad, en la transmisión de la vida en los hijos. Crezcan y multiplíquense.
A lo largo del curso trabajaremos de la mano del Departamento de Psicología en el Programa Educación para el amor pues es muy importante saber que somos seres integrales, creados por Dios a su Imagen y semejanza, con capacidad de amar, pensar y decidir. Por este motivo, recibirás un material de Teen Star para profundizar en tu ser. Es importante que reconozcamos nuestras características físicas, los órganos que poseemos y su función para comprender que estás en un continuo cambio y que es necesario desarrollar hábitos saludables en esta etapa de la pubertad. Es importante también respetar nuestro cuerpo y el de los demás.
LA IMPORTANCIA DE LA FAMILIA .
Como vimos en el tema anterior, la familia es muy importante para el desarrollo de la persona y por eso podemos afirmar que es la “primera célula de la sociedad humana”.
Imaginemos una sociedad formada por familias sanas y estables, en las que los padres aman de verdad a sus hijos y se ocupan seriamente de su educación enseñándoles a amar a Dios y al prójimo, a usar bien la libertad, a ser ordenados, trabajadores y responsables… En una nación así, las cosas seguramente funcionarían muy bien; habría más amor mutuo, menos delincuencia, más trabajo y solidaridad.
La importancia de la familia se percibe también en el hecho de que el ser humano nace más desvalido que cualquier otro animal, de forma que necesita la asistencia de sus padres durante más tiempo. Y esta ayuda es precisa no solo en lo que se refiere a las necesidades materiales (alimento, vestido, higiene, etc.), sino, sobre todo, a sus necesidades espirituales (afecto, protección, educación, formación religiosa y moral, etc.). El ser humano, para madurar y llegar a su plenitud, necesita una atención prolongada de sus padres.
Por todas estas razones, se comprende que tanto la Iglesia como los organismos internacionales reconozcan a la familia como el elemento fundamental de la sociedad.
El matrimonio es la base de la unidad familiar. En esta sociedad y en esta época, la familia es la unidad más integrada, la que mejor logra perpetuarse y la que se autoprotege mejor. Tal y como está establecida en la actualidad, es necesaria para la sociedad; tanto desde el punto de vista económico como el de cualquier otro.
La cultura se desintegraría si su piedra angular, la familia, dejara de tener validez como tal. Podríamos decir con bastante seguridad que aquel que destruye el matrimonio destruye la civilización.
3- RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS
LOS DEBERES DE LOS HIJOS
La paternidad y la maternidad humanas son una participación en la paternidad divina. Por eso se dice que, para los hijos, los padres representan a Dios. En ellos se fundamenta el honor que los hijos deben a sus padres. El amor entre padres e hijos es un elemento básico en la constitución de la familia.
Dios nos invita a honrar al padre y a la madre. Él valora el honrar a los padres, lo suficiente como para incluirlo dentro de los 10 Mandamientos: El cuarto mandamiento dice: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. El concepto honrar implica sentimientos como el amor, la gratitud, el aprecio y el respeto.
(Éxodo 20,12) y nuevamente en el Nuevo Testamento leemos: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6,1-3)
En los días del Antiguo Testamento, el hablar mal de los padres de uno o rebelarse contra sus instrucciones era una falta grave (Éxodo 21,15-17; Mateo 15,14), mientras que aquellos que honraban a sus padres eran bendecidos (Jeremías 35,18-19).
Salomón, el hombre sabio, exhortaba a los hijos a respetar a sus padres “El hijo sabio recibe el consejo del padre; mas el burlador no escucha las reprensiones.” (Proverbios 13,1). Aunque en la actualidad ya no estemos directamente bajo su autoridad, no podemos ignorar el mandamiento de Dios de honrar a nuestros padres. Aún Jesús, el Hijo de Dios, se sometió Él mismo a Sus padres terrenales y a Su Padre celestial (Mateo 26,39; Lucas 2,51).
Siguiendo el ejemplo de Cristo, como cristianos, debemos tratar a nuestros padres de la misma manera en que tratamos a Dios (Hebreos 12,9; Malaquías 1,6)
Obviamente, se nos ordena honrar a nuestros padres, pero ¿cómo? Honrarlos tanto con nuestras acciones como con nuestras actitudes (Marcos 7,6). Honrar sus deseos no expresados, como los hablados y “en caso de que los padres se encuentren en situaciones de pobreza, enfermedad, soledad o ancianidad, los hijos adultos deben prestarles ayuda moral y material” (Compendio del CEC, nº 459).
Estos deberes, que son de justicia y pura gratitud, son muy agradables a Dios. Por eso san Pablo enseña: Hijos, obedezcan en todo a sus padres, pues es lo que agrada ver entre cristianos (Col 3, 20).
Los deberes de los hijos, aunque de forma diferente, continúan cuando sus padres son mayores. La obligación de obedecer a los padres puede cesar; pero la de amarlos, respetarlos y prestarles asistencia no termina nunca.
LOS DEBERES DE LOS PADRES
Los padres deben recibir con amor a los hijos que Dios les envíe y tratar de educarlos lo mejor posible. Aquellos son, por Ley natural, los primeros y principales educadores de los hijos.
Principales deberes de los padres respecto a sus hijos:
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Alimentarlos desde que nacen hasta que puedan valerse por sí mismos.
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Educarlos en los valores humanos con su ejemplo y su palabra: en el amor, el respeto, el dominio de sí mismo, la sinceridad, el espíritu de servicio, etc.
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Educarlos en la fe, “principalmente con el ejemplo, la oración, la catequesis familiar y la participación de la vida de Iglesia” (Compendio del CEC, nº 461).
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Corregirlos cuando sea conveniente, para enseñarles a elegir el bien y a no desviarse por el camino del mal.
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Respetar el derecho de los hijos a elegir su profesión y su estado de vida al llegar la edad oportuna.
La autoridad de los padres no tiene por qué violentar la libertad de los hijos. Los padres deben emplear su autoridad prudentemente, para enseñar a los hijos a usar con rectitud su libertad, es decir, a obrar libremente el bien. Al mismo tiempo, deben respetar la libertad de los hijos en lo que es legítimo, sin caer en el autoritarismo, siguiendo el consejo de san Pablo: Padres, no irriten a sus hijos (Ef 6,4).
Por último, conviene recordar que “los padres deben favorecer gozosamente el seguimiento de Jesús por parte de sus hijos en todo estado de vida, también en la vida consagrada y en el ministerio sacerdotal” (Compendio del CEC, nº462).
ES POSIBLE VIVIR EN FAMILIA.
Luego de estudiar la importancia de la familia, los deberes que tenemos cada uno de nosotros en ella, es hora de analizar cómo es tu familia, en ella te desarrollas y en ella aprendes los valores fundamentales. Es el momento de preguntarnos si es posible vivir en familia. Y la respuesta es clara y contundente: SÍ, ESPOSIBLE y debemos ir construyéndola poco a poco, desde ahora. Debemos ir poniendo bases sólidas en nuestra vida para construir sobre ellas nuestra propia familia porque quien bien empieza, mejor termina Si tuviéramos que decir cuál es el secreto para una familia feliz podríamos analizar muchas cosas, pero vamos a quedarnos con estas: Poner a Dios en el centro de la relación, respetarse uno al otro en fidelidad y castidad y reconocer que hay acciones concretar que debemos realizar para cuidarla y hacerla crecer.
EL CUARTO MANDAMIENTO Y LA SOCIEDAD CIVIL
LOS DEBERES DE LOS CIUDADANOS
Según las enseñanzas de la Biblia, no hay autoridad que no venga de Dios (Rm 13,1). Por tanto, los ciudadanos deben considerar a las autoridades como representantes, de algún modo, de Dios, y ofrecerles una colaboración leal para el buen funcionamiento de la vida pública. Esto exige el cumplimiento de algunos deberes, como el de amar a la patria, respetar y honrar a la legítima autoridad, el pago de los impuestos, el ejercicio y el voto y el deber de cumplir las leyes.
Los deberes de los ciudadanos están implícitos en la primera carta de san Pedro: Obedezcan respetuosamente a toda institución humana, ya sea al jefe de Estado, en cuanto soberano, ya sea a los gobernadores en cuanto enviados por él para castigar a los malhechores y premiar a los que actúan bien. Pues esa es la voluntad de Dios (1 P 2, 13-15).
Sin embargo, los ciudadanos tienen la obligación de no obedecer a las autoridades civiles cuando sus mandamientos son contrarios a la Ley natural, a los derechos fundamentales de la persona humana o a las enseñanzas del Evangelio pues, como enseña la Biblia, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5, 29).
OBLIGACIONES DEL CIUDADANO CATÓLICO
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Poner en práctica las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, es decir, actuar con justicia, ayudar a los pobres y necesitados, defender la verdad, luchar contra corrupción, etc.
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Defender la doctrina católica sobre la vida humana, la familia y la educación: Todos somos imagen de Dios y merecemos respeto. No existen seres humanos de categoría inferior. La vida es sagrada y hay que cuidarla y respetarla por tanto no podemos atacarla ni destruirla (En el último tema de curso profundizaremos en este tema).
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Participar en la vida pública procurando el bien común e inspirándose en las enseñanzas del Evangelio: cuando estamos en el Colegio, participando de las actividades de gobierno, ejerciendo nuestros derechos y deberes a la hora de elegir personero y todos los cargos del gobierno estudiantil y cuando ya somos mayores, participando de la vida política de la nación: ejerciendo el derecho y el deber del voto, de la vida política…